Sin intención de ser pesados ni reiterativos quiero distinguir en el tema de los “vuelos de la alcaldesa” entre dos cosas.
Una son los vuelos propiamente dichos. Otra muy diferentes son los ahuecadores.
Cuando hablamos del tema con amigos o conocidos en las conversaciones de fallas, se mezclan los dos conceptos y nos lleva a confusión.
El vuelo estoy de acuerdo en que no nos gustan las “meninas” ni las “mesas camillas”. Que en ocasiones vemos excesivo el vuelo y ahí si que estamos de acuerdo.
Donde no estamos de acuerdo y es donde quiero incidir en la diferencia es en el tema de los ahuecadores. Porque aludir a temas de indumentaria tradicional para justificar eliminar tal o cual marca de ahuecador me parece tan carente de sentido como ausente de practicidad.
Los elementos que forman la indumentaria valenciana han variado sustancialmente a la hora de confeccionar cualquier traje.
Los tejidos no son los mismos, los materiales empleados en los complementos tampoco, los colores tampoco, los modelos tampoco. Vamos, nada, o casi nada.
Entonces ¿Por qué esa fijación de la alcaldesa con los “alçaores”?.
Cada vez queda mas claro que es una disputa personal entre Marzal y Ma-vi-mar y Enrique aprovecha su amistad personal con la alcaldesa para desterrar una prenda que, aunque no es histórica, si que cumple la función perfectamente en el traje de la mujer valenciana en la misma medida de todo lo que he comentado antes. Una prenda que prácticamente todas las cortes anteriores han llevado y no ha pasado nada.
Por eso creo que la alcaldesa debería de hablar de “El qué” y no “El como” pues el trasfondo está muy claro.
Una cosa es el vuelo, que si que estamos de acuerdo todos en regularlo, y otra bien distinta es el material a emplear en la fabricación de los complementos. Ahí creo que la alcaldesa debe de ser mejor asesorada.
Este escrito es principalmente para separar las dos cosas: el vuelo que sí, pero las prendas a utilizar que no.
Y no queda bonito que la Junta Central Fallera por orden de alguien asesorado por otro alguien “prohíba” el uso de algo cuando el resultado es igual de efectivo y más cómodo que lo que se “obliga” a comprar. Pues si los padres se gastan el dinero que sean los padres los que decidan donde se lo gastan.
Aún recuerdo leyendas urbanas falleras que decían aquello de:
- Si le compras la ropa a tu hija en tal o cual tienda tienes mas puntos ganados.
- Si te peina fulanito más posibilidades.
- Si te maquilla sotanita más cerca de ser corte.
- Hazte un traje nuevo en esta indumentarista que de cara al jurado “viste”.
El “ordeno y mando” al final pasa factura. La prepotencia y la subestimación de ciertos detalles también.
Tiempo al tiempo.
Y no está bien aprovecharse de que se sabe que los padres se callan por prudencia: “Es un año y quiero que mi hija se lo pase bien y no quiero crearle problemas ni que me la miren mal”. (Esto me lo dijeron la semana pasada sin ir mas lejos, pero no me acuerdo donde ni quien).
Es muy ladino jugar con este factor... ¡Pero se juega!
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